- Escribe una entrada
del blog donde, después de leer el monólogo de Don Álvaro de la Jornada III
comentes los sentimientos que expresa el personaje.
- Analiza a
continuación cómo averigua Don Félix / Carlos la verdadera identidad de don
Fadrique / Álvaro y comenta este procedimiento dramático.
Escena III: Monólogo de Don Álvaro
En este monólogo Don Álvaro define la vida y
el destino de manera muy pesimista y se muestra particularmente desesperado,
desgraciado, infeliz y disgustado por la vida y explica claramente que
quiere morir y que llegó a ser soldado para encontrar a la muerte. Todo este
dolor viene del hecho de que esté separado de su amada Doña Leonor, y que no
puede vivir sin ella.
Primero, durante la primera parte del monólogo, de la línea 891 a la
línea 910, se queja de la vida en general y critica el destino también. Para
él, el hecho solo de vivir es insoportable, le duele muchísimo y lo expresa con
un campo léxico muy variado y muy negativo: “insufrible”, “mortal”,
“terrible”, ”horrible”, “desdichado”, ”airado”, “furibundo”, ”dura”, ”amarga”,
“pena”, “terrible”. Critica también el destino, tema muy presente en
esta obra representante del romanticismo. Explica que más la vida es dura más
el destino te deja vivir mucho tiempo, lo que hace pensar en alguien que
tortura a su víctima. En efecto dice:
que es más dura y más amarga,
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más extiende, más alarga
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el destino nuestra vida.”
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Después sigue desarrollando su teoría: explica que un hombre
feliz muere rápido pero que el que vive en la pena no consigue morir. Es la
primera vez en su monólogo que muestra sus tendencias suicidas y que dice
claramente que quiere morir:
“Al que tranquilo, gozoso,
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vive entre aplausos y honores,
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y de inocentes amores
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apura el cáliz sabroso;
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la muerte sus dichas huella,
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sus venturas atropella;
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y yo, que infelice soy,
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yo, que buscándola voy,
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no pudo encontrar con ella.”
|
Podemos ver que Don Álvaro personifica a la muerte como si fuera una
persona propia que elige quien va a coger. Después de un paso en el que explica
sus orígenes incas, veremos que el tema de la muerte aparece de nuevo en su
discurso y vuelve omnipresente con un campo léxico muy importante.
En efecto, después de este pasaje Don Álvaro se queja de tener
orígenes nobles pero de haber nacido y crecido en la miseria, es decir en
una “cárcel” y en el “desierto”. Así, pone de relieve la
injusticia de la vida y sobre todo del destino, explicando también que tuvo un
solo día de felicidad: él que pasó con su amada Leonor. Parece casi enfadado
contra el destino y la vida, lo que está expresado con los numerosos puntos de
exclamación en su discurso. Muestra su vida infeliz, para justificar el hecho
de que quiera morir:
“Mas
¿cómo la he de obtener,
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¡desventurado
de mí!,
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pues
cuando infeliz nací,
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nací
para envejecer?
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(que uno
solo he disfrutado),
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Fortuna
hubiese fijado,
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¡cuán
pronto muerte precoz
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con su
guadaña feroz
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mi
cuello hubiera segado!
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Para
engalanar mi frente,
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allá en
la abrasada zona,
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con la
espléndida corona
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del
imperio de Occidente,
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amor y
ambición ardiente
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me
engendraron de concierto;
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pero con
tal desacierto,
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con tan
contraria Fortuna,
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que una
cárcel fue mi cuna
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y fue mi
escuela el desierto.
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Entre
bárbaros crecí,
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y en la
edad de la razón,
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a
cumplir la obligación
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que un
hijo tiene, acudí;
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mi
nombre ocultando, fui
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(que es
un crimen) a salvar
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la vida,
y así pagar
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que un
trono soñando vieron
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y un
cadalso al despertar.
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Entonces,
risueño un día,
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uno
solo, nada más,
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me dio
el destino, quizás
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con la
intención más impía.
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Así en
la cárcel sombría
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mete una
luz el sayón,
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con la
tirana intención
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de que
un punto el preso vea
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el
horror que le rodea
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en su
espantosa mansión.
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¡Sevilla!
¡Guadalquivir!
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¡Cuál
atormentáis mi mente!...
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¡Noche
en que vi de repente
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mis
breves dichas huir!...
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¡Oh, qué
carga es el vivir!
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¡Cielos,
saciad el furor!”
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Luego, invoca a su amor perdido Doña Leonor y cuando le habla, dice
por primera vez claramente que se ha ido a guerra sólo en el deseo de
morir. En efecto, dice:
“Mírame desde tu altura
sin nombre en extraña tierra,
empeñado en una guerra
por ganar mi sepultura.”
Hasta el final del monólogo, Don Álvaro habla de su única meta: morir.
Afirma con claridad “y a la muerte la busco yo”. Explica que
a él le da igual la guerra y que los que piensan que es valiente, cuando va al
combate y que toma riesgo, se equivocan porque al contrario está débil ya que
busca a la muerte por no poder soportar su pena. Se nota cuando dice: “y no
saben que mi ardor sólo es falta de valor”. Es muy dramático, al final Don
Álvaro prefiere morir en vez de vivir con el dolor de su pasión amorosa que lo
consume. Y a pesar de que él hace todo para morir, la muerte no le elige y él
sigue viviendo, lo que aumenta su pena. Sin embargo, sabemos que al final de la
obra, encontrará a la muerte, suicidándose después de la muerte de su querida
Leonor.
Así, vemos que este monólogo es característico
del romanticismo literario. Don Álvaro expresa sus sentimientos exaltados, es
decir su pasión por Leonor que lo consume y su deseo de morir para no sufrir
más. Notamos que el decorado corresponde con su estado de ánimo: la escena se
pasa en un bosque muy sombrío, “una selva muy oscura”, como sus
pensamientos.
Descubrimiento
de la verdadera identidad de Don Álvaro por Don Carlos:
Mientras Don Álvaro está
hablando sólo, Carlos le interrumpe pidiendo socorro ya que le atacan.
Don Álvaro le salva la vida y después ambos se presentan bajo falsas
identidades: Don Álvaro se presenta como Don Félix y Don Carlos como Don
Fadrique. Los dos vuelven amigos sin conocer la verdadera identidad del otro.
Luego, Don Álvaro se hiere en una batalla y Don Carlos le salva la vida. Cuando
Don Álvaro se despierta se queja de que Don Carlos le haya salvado la vida. Más
tarde, Carlos habla de elementos de su verdadera vida “Santiago” y “Calatrava”
que recuerdan a Don Álvaro su vida propia, en relación con su querida Doña
Leonor que piensa muerte, lo que lo aterra. Don Carlos se da cuenta de su
reacción desproporcionada y empieza a tener sospechas sobre la identidad de Don
Fadrique es decir Don Álvaro. Después, Don Álvaro que está muy débil y piensa
morir dentro de poco tiempo, pide a Don Carlos coger una llave en su bolsillo
que abre una caja situada en su maleta. Le pide, al momento de su muerte, abrir
esta caja y quemar los documentos que están dentro sin leerlos. Don Carlos, que
sospecha mucho de Don Álvaro, abre su caja antes su muerte para ver lo que hay
dentro. En este momento descubre al retrato de su hermana Doña Leonor y así al
mismo tiempo la verdadera identidad de Don Fadrique que reconoce como Don
Álvaro, el hombre que buscaba para vengarse. La Jornada III se acaba con la
decisión de Don Carlos de dejar Don Álvaro curarse para después matarlo con
honor.
En esta jornada, la caja
representa la caja de los secretos. En efecto, Don Álvaro se fía de Don Carlos
(que se hace llamar Don Félix), ignorando su real identidad, y le permite
acceder al objeto más importante para él: la caja en la que hay el retrato de
su amada Leonor. Esta caja, que confía a Don Carlos, representa su secreto más
íntimo: la pasión amorosa que vivió con Doña Leonor y con ésta, se esconde pues
su verdadera identidad. A causa de, o gracias a esta caja, Don Carlos descubre
esta verdadera identidad. Ya tenía dudas, pero cuando abre esta caja y
descubre el retrato de su hermana, lo entiende todo. Averigua su verdadera
identidad de manera segura. Por esta razón, y sabiendo la seguida de la
historia, esta caja puede hacer pensar en la caja de Pandora, ya que una
vez abierta, la triste verdad aparece y tiene consecuencias terribles: el
enfrentamiento de los dos amigos y luego la muerte de Don Carlos. Provoca la
desdicha en torno a ella.
Además, la llave que Don Álvaro da a Don Carlos para acceder a la caja
tiene una simbólica fuerte. Es la llave que abre la puerta de la verdad, y que
cambia el destino de los dos protagonistas. Con esta llave Don Carlos puede
abrir la caja que le permite descubrir la verdad con las consecuencias que
implica. Y a partir de este momento, la trama de la obra cambia
definitivamente, y vuelve aún más trágica. Esta llave que podemos llamar “llave
de la verdad” tiene un papel imprescindible en la jornada III, que vuelve
ella misma “llave de la historia”.
El procedimiento dramático
que el Duque de Rivas utilizó en este pasaje se llama anagnórisis. Para
explicar este procedimiento, utilizaré su definición en la página Web Wikipédia,
enciclopedia libre que resume de manera sintética y clara las características
y los orígenes de este recurso narrativo:
“La anagnórisis (del griego antiguo ἀναγνώρισις, «reconocimiento») es
un recurso narrativo que consiste en el descubrimiento por parte de un
personaje de datos esenciales sobre su identidad, sus seres queridos o su
entorno, ocultos para él hasta ese momento. La revelación altera la conducta
del personaje y lo obliga a hacerse una idea más exacta de sí mismo y de lo que
le rodea.
El término fue utilizado por primera vez por Aristóteles en su
Poética. Aunque la anagnórisis es un recurso frecuente en muchos géneros,
Aristóteles la describió en relación con la tragedia clásica griega, con la que
está asociada de modo especial.
De acuerdo con Aristóteles, el momento ideal para la anagnórisis
trágica es la peripecia (giro de la fortuna): en un momento crucial, todo se le
revela y hace claro al protagonista, con efectos casi siempre demoledores.
[Este extracto se puede encontrar en el enlace siguiente: http://es.wikipedia.org/wiki/Anagn%C3%B3risis.]
Con esta definición podemos ver que esta segunda parte de la Jornada
III corresponde perfectamente a este procedimiento dramático, y tiene todas sus
características.
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